Las auditorías de la Cámara de Cuentas nunca han sido explicadas suficientemente y los funcionarios y la población en general les atribuyen fines aviesos y perversos.
No saben que hacerlas es dar cumplimiento a una ley, y que esa práctica garantiza pulcritud en el manejo de fondos públicos.Sus arqueos no son coyunturales ni meladaganarios, sino que responden a un orden periódico.
Por ejemplo, cada año.Esa confusión es lo que lleva a que se crea que a todo el incumbente que se le hace una auditoría, es porque está cometiendo irregularidades.O que se presuma maldad en el auditor o el responsable de la Cámara, al cual se le pide cuenta como si el afectado estuviera por encima de la ley.El
" ¿supiste? Le hicieron una auditoría a fulano", o el "trátenme bien", son las reacciones más socorridas, sin que haya razón para la intriga y mucho menos para el temor.
Aunque hay otros que son un fastidio: se niegan a rajatabla a que intervengan su administración.
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