República Dominicana. - Alcántara Sáez descarta el regreso al poder del depuesto presidente hondureño Manuel Zelaya, y lo sustenta en la “oposición enorme y unánime” de la fuerzas armadas y los poderes legislativo y judicial de aquél país.
Alcántara Sáez es un académico e intelectual de la ciencia política, especializado en temas latinoamericanos. Funge como vicerrector de relaciones internacionales de la Universidad de Salamanca y catedrático en dicha centro y otras universidades latinoamericanas y estadounidenses. También es de los directores de la maestría en ciencia política que Salamanca imparte en el país bajo la coordinación de Funglode, por cuyo trabajo Alcántara Sáez estuvo recientemente en el país.
¿Se puede decir que en la región había condiciones para que se produjera un golpe de Estado?
Sí, porque en la región no ha parado de haber diferentes interrupciones presidenciales desde la transición a la democracia; y sí también en la medida en que la consolidación de la democracia hace tiempo dejó de ser una preocupación y la región se centró en lo que se puede denominar “salir del paso”, que era la lógica de la gobernabilidad.
Había que gobernar, que hacer las cosas como fuera para rematar la faena. Se mantiene la falta de legitimidad derivada de una bolsa de gente que no cree en la política ni en algunas instituciones fundamentales de la política. Por ende, uno tendería a pensar que las interrupciones o las presidencias fallidas podrían estar a la orden del día
¿Qué opinión tiene de Honduras?
¿Se puede decir que la izquierda está en el poder en Chile y Brasil? No”
No es sorpresa que sea Honduras la del golpe, que es uno de los países donde creo que hay un alto un nivel de anomia política de toda la región; donde tenemos una sociedad poco movilizada, una clase política muy oligarquizada; un sistema de partidos, irónicamente estable, pero que es un sistema de partidos en el que el clientelismo está muy presente.
Desde afuera un observador puede decir que Honduras es un país estable: dos partidos, poca volatilidad electoral. Pero claro, lo que había detrás es un panorama muy negativo como para augurar que había una democracia y que nadie daría un golpe.
Cuando en este caso, un actor, uno sólo, rompe la regla de juego (el presidente Manuel Zelaya), se deslinda de la clase política a la que él pertenece y le ha estado sirviendo, entonces se producen conflictos que el sistema no tiene mecanismo para procesarlo que no sea a través de la fuerza.
¿Zelaya tiene posibilidad real de regreso?
No.
¿A qué está jugando Zelaya ahora?
El está jugando a mantener un show mediático; a su supervivencia. Él es un cadáver ambulante, y ese cadáver ambulante tiene que vivir, satisfacer su ego.
¿En qué se fundamenta para asegurar que no volverá?
No va a volver por dos razones. La primera razón: en Hunduras hay una oposición enorme y unánime de esa clase política y social (el Poder Legislativo, la Corte Suprema y las Fuerzas Armadas) que controla el país. La segunda, aunque no la puedo probar, es que EE.UU. no está haciendo lo que tenía que hacer.
¿Cómo se puede interpretar la oposición al golpe de los países latinoamericanos?
Roberto Guzmán/Clave DigitalHonduras está jugando a que pase el tiempo y a que las elecciones de finales de noviembre validen la situación. Honduras espera que llegue noviembre para decir borrón y cuenta nueva. Pero si la comunidad internacional dice “a usted no lo reconocemos como presidente de Honduras”, entonces, ¿qué es lo siguiente? El problema puede ser muy complicado.
¿A qué obedece que en Latinoamérica ni la izquierda ni la derecha hayan resuelto la deuda social?
Esa es la gran pregunta. A lo mejor también tendríamos que hacernos dos preguntas previas: ¿Qué izquierda, y si realmente la izquierda ha llegado al poder? Hay países de América Latina cuyo presidente es de izquierda pero su gobierno no. ¿Por qué digo eso? Pues los dos casos más relevantes son Lula (Brasil) y Bachellet (Chile). Lula es un hombre de tradición de izquierda, al igual que Bachellet, pero luego Bachellet se sienta a gobernar con demócratas cristianos (en su gabinete hay tres o cuatro ministros socialcristrianos); el vicepresidente de Lula es uno de los hombres más conservadores del país, y Lula está apoyado en una coalición parlamentaria en la que hay partidos de centro y de derecha. Entonces, ¿se puede decir que la izquierda está en el poder en Chile y Brasil? No.
¿Y lo de la izquierda?
Ahora, respondiendo ¿qué izquierda? Vemos que cada uno de los líderes de la región viene de realidades muy diferente. Chávez (Venezuela) es un militar que está en un Estado petrolero que influye a cualquiera, un Estado de cheque (populista). Chávez no ha hecho una reforma fiscal de izquierda, sigue dependiendo del petróleo.
Evo Morales (Bolivia) arrastra una historia de unos pueblos muy marginados, que sienten que ahora pueden tener mayor presencia. Pero Evo Morales no tiene discurso de clase, sino étnico. Volvamos a lo de la deuda social.
Llevo viniendo a América Latina 30 años y encuentro que hay elementos que son típicos. Uno que veo muy claro es el de la desigualdad, que es obscena, insoportable. Cualquiera podría decir que es porque hubo estructura coloniales. Pero en muchos otros sitios hubo estructuras coloniales y eso ha desaparecido. Un segundo elemento es el desprecio a lo público (educación pública, salud pública, transporte público, espacio público).
¿La izquierda latinoamericana impulsa cambios?
Creo que no, que al final la izquierda termina siendo cautiva de esos problemas. Para mí el ejemplo más claro es el PRD de México.
domingo, 6 de septiembre de 2009
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