domingo, 6 de septiembre de 2009

PARA MEDITAR SOBRE NUESTRA REALIDAD.



Después voy a regalarles a mis lectores (los que me soportan) un análisis un poco más concienzudo sobre las Pruebas Nacionales, sus resultados en sus 17 años de vigencia y algunos criterios sobre su efectividad; pero por ahora quiero relacionar el fraude en las pruebas nacionales con la discusión sobre la modificación del Código Del Menor.
Claro que es grave que un grupo de estudiantes opten por comprar los resultados de un examen, sobre todo, si se trata del más importante del sistema educativo. Más grave también es que los niños y jóvenes se involucren en hechos delictivos como asaltos, crímenes y asesinatos.
Sin embargo considero que estamos mirando pa’ donde no es y culpando más bien a las víctimas. La idea misma de menor de edad, se refiere al ser humano que no cumple los criterios etarios para considerarse en pleno uso de sus facultades mentales. Y que por lo tanto, que no puede tomar decisiones plenamente consiente de sus resultados (no es tanto así claro está) y aunque eso es realmente discutible, tenemos que estar de acuerdo que los más jóvenes son mucho más influenciables que los mayores, y que sus decisiones están mucho más conectadas con el contexto social en que se desenvuelven.
Niños y jóvenes no son los responsables de la situación de deterioro institucional y familiar, de inversión moral y de empobrecimiento económico que vive el país. Más bien, son las víctimas más vulnerables ante una descomposición social galopante y sus consecuencias. Son el producto de una sociedad en malas, lo cual reproducen en sus visiones y sus acciones.
¿Qué ejemplo pueden tomar niños y jóvenes en un país donde la única profesión remunerada es el mercenarismo político; alimentado por ríos y ríos de corrupción, protegidos por un denso bosque de impunidad?
¿Que pueden pensar nuestros jóvenes, si todos los que han robado mucho al erario público o privado han sido favorecidos o con la impunidad cruel, o bien con penas absolutamente laxas?
¿Qué ejemplo pueden tener nuestros niños, niñas y adolescentes si las fuerzas dedicadas al orden en el país se dedican fundamentalmente al Macuteo, el “tumbapolvismo a los políticos y empresarios, pero también al crimen mismo, a la extorsión y al narcotráfico?
¿Qué podemos exigirles a las y los jóvenes de los barrios, cuando lo único que reciben del Estado, a través de la Policía, son golpizas, torturas, balas, burlas y miedo?
¿Qué pueden esperar nuestros niños, niñas y adolescentes cuando la Justicia, encargada de castigar las infracciones a las leyes, se hace de la vista gorda siempre que sean poderosos quienes las cometan?
¿Qué podemos exigirles a los niños, niñas y adolescentes dominicanos cuando lo que ven en televisión son escándalos de corrupción y latrocinio que sólo son superados por nuevos escándalos?
¿Qué podemos pedir de nuestros niños y niñas sino le garantizamos una educación en valores, una vida saludable, ni la seguridad de un futuro mínimamente garantizado?
¿Cómo podemos pedirles y castigar a los niños y adolescentes lo que no le pedimos ni castigamos a los políticos, a los banqueros o a los empresarios?
En vez de pensar modificar códigos o castigar a los niños y adolescentes con penas mayores deberíamos pensar primero en cumplirlos. Replantearnos como sociedad la construcción de una nueva institucionalidad y una nueva democracia que incluya a las mayorías.
En vez de exigirles a los niños, deberíamos pensar en educarlos con el ejemplo. Garantizar un sistema de educación gratuito, obligatorio, de cobertura total y fundamentada en los valores de una nueva sociedad.
En vez de pensar en castigarles, deberíamos primero pensar en garantizarles una vida digna, oportunidades de superación y de desarrollo, además de generar un ambiente social y comunitario saludable y digno.
Sancionar a los jóvenes estudiantes por lo de las Pruebas Nacionales es querer culparlos de imitar lo que ven en la televisión, el comportamiento de dirigentes políticos, periodistas, fiscales, jerarcas de la iglesia, jueces, empresarios y generales. ¿Cómo van a manejarse mejor los estudiantes, mientras la ex secretaria Alejandrina Germán permitió que los envenenasen con leche mala sólo para tener una Mansión de Ensueño en Jarabacoa?
Modificar el Código del Menor, sin primero cumplirlo, es sencillamente apostar por el castigo, antes de la prevención. Apostar por dejarlo todo igual.
Apostemos mejor por las y los niños y adolescentes, invirtamos en ellos y ellas, tengamos fe en su futuro, organicémosles, para ver si se convierten en la cantera de sueños para cambiar esta fracasada y podrida sociedad de adultos.

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