La sociedad dominicana tiene cinco cánceres activos:
-El masivo tráfico y consumo de drogas que nos coloca entre los primeros en el ranking mundial de este flagelo.
-Masiva penetración y afianzamiento de los haitianos, mayormente ilegales, en medio de una marea migratoria con vocación “tsunamística” para depredar nuestros recursos naturales.
-Corrupción generalizada en los ambientes públicos y privados, que se manifiesta en el mal uso o sustracción de dineros, en la presencia del soborno o el chantaje para obtener ventajas o concesiones de cualquier tipo.
-El predominio, cada vez creciente, de una cultura que relativiza nuestros valores y que hace actuar a hombres y mujeres en su propio provecho y objetivos, sin que les importe un bledo lo que piensen o aspiren los demás.
-Y, finalmente, como corolario, una pobreza que fatiga el espíritu de millares de hombres, jóvenes y niños y que extingue las esperanzas de las mayorías en un porvenir distinto, pero que sea mejor.
Ojalá que estos ingredientes, que gravitan al mismo tiempo sobre la sociedad, no hagan combustión un día provocando mayores descalabros que los que ya, en el plano moral, ético, político y cultural, estamos presenciando.
-El masivo tráfico y consumo de drogas que nos coloca entre los primeros en el ranking mundial de este flagelo.
-Masiva penetración y afianzamiento de los haitianos, mayormente ilegales, en medio de una marea migratoria con vocación “tsunamística” para depredar nuestros recursos naturales.
-Corrupción generalizada en los ambientes públicos y privados, que se manifiesta en el mal uso o sustracción de dineros, en la presencia del soborno o el chantaje para obtener ventajas o concesiones de cualquier tipo.
-El predominio, cada vez creciente, de una cultura que relativiza nuestros valores y que hace actuar a hombres y mujeres en su propio provecho y objetivos, sin que les importe un bledo lo que piensen o aspiren los demás.
-Y, finalmente, como corolario, una pobreza que fatiga el espíritu de millares de hombres, jóvenes y niños y que extingue las esperanzas de las mayorías en un porvenir distinto, pero que sea mejor.
Ojalá que estos ingredientes, que gravitan al mismo tiempo sobre la sociedad, no hagan combustión un día provocando mayores descalabros que los que ya, en el plano moral, ético, político y cultural, estamos presenciando.
La sociedad tiene que sacudirse y promover una catarsis general antes de que se acentúe más el peligro de una catástrofe de todos nuestros valores, que muchos presienten pero pocos se animan a prevenirla.
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